La conjunción de río y verdes, de arenas doradas y cielo límpido, le confieren a la ciudad una belleza singular, en el marco de la cual el turista podrá gozar a sus anchas de la gran experiencia de la naturaleza viva. Playas extendidas a pocas cuadras del centro; aguas termales dulces; paseos por islas; excursiones náuticas y terrestres; y a pocos kilómetros la imponencia natural del Parque Nacional El Palmar; todas propuestas ultimadas por la calidad de la infraestructura gastronómica, hotelera y de servicios en general.
Igualmente inevitable resulta la referencia a los atractivos tradicionales de la Ciudad Paisaje: los balnearios tendidos de norte a sur sobre el camino costero; las desafiantes carteleras de deportes náuticos; la visita al puerto y la historia de su entorno; la entrega de los sentidos a la belleza paisajística del Parque Quirós; la invitación anual a la Fiesta Nacional de la Artesanía; el recorrido nocturno por la 12 de Abril convertida en peatonal.
Es que Colón guarda en sus calles algo de la magia del pasado, vislumbrable a través del color terracota de las mismas y la abundante vegetación que las bordea, hasta que todo ese aspecto agreste -que promete una ciudad fresca en verano y soleada en la temporada invernal-, se confunde de pronto entre adoquines de otras épocas e ingresa repentinamente en el asfalto de la modernidad.
Avenidas engalanadas por restaurantes, pizzerías, kioscos y pubs orientados a la complacencia de las diversas expectativas; un casino dónde entretenerse desafiando a la suerte; boliches bailables de gran atracción para la juventud; heladerías artesanales; casas de venta de regionales; hacen a la movida nocturna distintiva de Colón… la noche deseada por los jóvenes entrerrianos… la diversión asegurada de la región.
Pero todo ello ocurre en Colón sin abatir su aspecto pueblerino, sin despertarlo de su serenidad siestera, sin edificarlo de asfixiante urbanización. Así, la naturaleza continúa rellenando cada rincón colonense, arbolando los boulevares y la costanera, conservándose en las islas y los campos, desplegándose espléndida en El Palmar, mostrándose al visitante como una inexorable tentación.
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