Charrúas y guaraníes –las dos naciones nativas más conocidas del Litoral, cuyo factor aglutinante fuera el idioma, la cosmovisión y el respeto por la libertad-, yaros, bohanes, minuanes y gueonas dominaban la región de Salto Chico en los tiempos en que los primeros colonizadores llegaron hasta estos escollos del río Uruguay allá por 1527.
Varias expediciones aparecerían en ese entonces por la zona, a causa de las dificultades que significaba intentar salvar los obstáculos naturales del Salto Grande y la consecuente continuación del viaje por la otra orilla.
Según reza la historia, para 1722 existía ya en el lugar un paradero denominado YTU, que en lengua guaraní quiere decir salto de agua, y que estaba destinado a salvar las dificultades de tránsito del Salto Chico y el Salto Grande (donde actualmente se alza la Represa Hidroeléctrica). Su establecimiento impuso la necesidad de instalar un puesto permanente, y los jesuitas erigen un oratorio bajo la advocación de San Antonio de Padua.
Concordia encamina su propuesta hacia la contemplación arquitectónica y la visita a numerosos sitios dedicados a la conservación de la historia local y regional.